Imagen: El oeste de la Ciudad de México.
Pero al mismo tiempo que se superan u olvidan las técnicas naturales y estructurales de control ambiental, las nuevas técnicas se incorporan dificultosamente al proceso de diseño. Siempre se tiende a concebirlas como "elementos añadidos" que además conviene ocultar al máximo. Así, hacia 1930, aparece el cielo raso como solución a una serie de nuevos problemas planteados, tales como la amortiguación de la reverberación del sonido en oficinas (placas acústicas) y la ocultación de la instalación de aire acondicionado, al mismo tiempo que la aparición del tubo fluorescente permite la creación del techo luminoso parcial o total.
Imagen: Cielo raso en techumbre.
Esta mentalidad de la arquitectura servida enérgicamente en forma invisible continua latente aún en nuestros días, aunque ya desde hace varias décadas han aparecido tendencias arquitectónicas que revalorizan estos elementos técnicos, incluso a nivel plástico, y como generadores de un nuevo lenguaje de formas.Este planteamiento de aprovechamiento expresivo de los sistemas energéticos de control ambiental ha llegado en algunos casos hasta el extremo de dejar la apariencia del edificio totalmente en manos de los mismos. A pesar de ello la generalidad de la arquitectura que se construye continúa relegando a la ocultación estas insolentes instalaciones, de las que no pueden prescindir los edificios actuales.
Imagen: Edificios en paseo de la reforma, DF, México, 2010.
Toda esta discusión de las instalaciones vistas-ocultas no llega a plantear el problema, seguramente más interesante, de la verdadera integración de la energía en los edificios, que sería el diseño del espacio con estas energías, luz, calor, sonido, ahora dominables. No se trata sólo de llegar a aceptar formalmente los elementos que subministran estas energías, se trata de saber diseñar las condiciones lumínicas, acústicas y térmicas, cosa que aún ahora es excepción o casualidad en nuestra arquitectura.
Los cambios técnicos a partir de la mitad del siglo XX son ya muy importantes. Los nuevos sistemas estructurales, como la separación en los edificios de la "piel" y los "huesos", permiten la difusión en la arquitectura internacional del muro cortina, que viene a ser la forma aparente de la arquitectura de estilo de este siglo (con un pésimo funcionamiento, como ha ocurrido siempre con la arquitectura de estilo).Las nuevas cargas ambientales generadas por los nuevos sistemas constructivos, se encuentran con solicitaciones más estrictas de confort. Todo ello convierte en obsoletas las soluciones ambientales mediante estructuras fijas y promocionan los sistemas de alto consumo energético. El bajo coste de una energía obtenida de fuentes fósiles hace que, comparando los costes de inversión y amortización con los de mantenimiento, es preferible el control artificial a los sistemas constructivos.
A pesar de ello continúa latente una concepción del espacio que no nos atrevemos a superar. El espacio energético es una superposición de nuevos sistemas sobre un espacio conceptualmente estructural, "espacio contorno", limitado y cerrado aunque sea con sistemas de escasa y defectuosa función de barrera o filtro, como el muro cortina.Lo que no deberíamos admitir hoy, es la perpetuación de la deficiente situación actual, donde las instalaciones de control ambiental, así como ocurre con las de servicio, se superponen a edificios concebidos sin pensar en ellas. Se perforan paredes, se revientan tabiques, se deforman espacios, se encarecen los materiales y se alargan los tiempos de ejecución, etc.